En anteriores ocasiones ya hemos hablado en nuestro blog sobre dos conceptos sobre los que ahondaremos en esta nueva entrada: la restauración y conservación de edificios. Pero hoy iremos un paso más lejos en este sentido. Cualquier obra material, ya sea por su valor artístico, documental o histórico, es susceptible de sufrir una degradación material. Esto es algo que puede suceder debido a factores naturales o artificiales. Y que, por supuesto, también afecta a los edificios.
Sin ir más lejos, si hablamos de causas naturales basta con observar cómo afectan a los inmuebles la humedad, la temperatura o los movimientos sísmicos. Mientras que si nos centramos en las artificiales podemos ver como el vandalismo, la guerra, la contaminación o un mantenimiento negligente pueden causar estragos. Es por este motivo que para realizar una correcta conservación de los bienes culturales es imprescindible contar con el correspondiente profesional cualificado.
Conservación y restauración: orígenes
Para comenzar, en esta ocasión debemos centrarnos en detallar qué son estos conceptos. Si hablamos de restauración, frecuentemente nos estamos refiriendo a un proceso de reconstrucción. Algo que es así, entre otras cosas, por la definición del arquitecto francés Violet le Duc, que detalló que “restaurar es restablecer la obra de arte a un estado completo, aunque esta situación no existiera nunca”.
Hasta el siglo XIX no había discusión entre los conceptos de conservación y restauración. Pero la cosa cambia a partir del silo XX, momento en el que la palabra conservación o preservación se abre camino. En este sentido, Paul Coremans detalla que conservación es “un tratamiento limitado sobre una obra orientado hacia el mantenimiento de la integridad que está paralizando o neutralizando las causas que motivan su destrucción”.
Sin embargo, hay opiniones encontradas en este sentido. Para Umberto Baldini, director del Instituto Florentino de Restauración, “restaurar es una operación que tiene por objeto prolongar la vida de la obra controlando el proceso de degradación”. Y Marijnissen, por su parte, explica que la conservación “se abstiene de todo añadido y se ocupa de los aspectos técnicos”, mientras que la restauración tiene que ver con la inserción de uno o varios añadidos para completar una obra de arte.
Datos históricos sobre restauración y conservación
Antigüedad
Si retrocedemos a la antigüedad, desde los orígenes existió una gran preocupación por la conservación de los objetos artísticos. Basta con observar a los artistas griegos y romanos, que se preocupaban mucho por la durabilidad que tendrían sus obras. De hecho, en base a esto elegían unos materiales concretos a emplear. Esto es algo que Vitruvio y Plinio muestran en su obra Naturae Historiarum, donde dan información acerca de los tratamientos y reparaciones destinadas a la conservación en la época.
Edad Media
Si hablamos de la restauración en la Edad Media, hay pocos datos bibliográficos al respecto. Si que se conoce que del siglo XII al XIV había un respeto por las obras legadas del mundo clásico. Sin embargo, en esta época las obras de arte, sobre todo las pinturas, únicamente interesaban como medio de exaltación religiosa. Por ello, durante la Edad Media todo lo referente a restauración tenía que ver con la transformación de obras consideradas como paganas en religiosas.
Renacimiento
Continuando por este pase por la historia de la restauración y la conservación llegamos al Renacimiento. En esta época muchos artistas trabajaron para restaurar el arte clásico. Para ello realizaban limpiezas y reintgraban las lagunas pictóricas para que siguieran pareciendo antiguas. Había una gran unión entre el hombre del Renacimiento y el de la Antigüedad, de hecho había una gran idealización hacia esta época.
Barroco
Durante el Barroco se polemizaron y discutieron muchos aspectos relativos a las diferentes doctrinas del arte. Había una gran confusión a nivel ideológico y de ahí, unido a los grandes avances tecnológicos en materia de restauración, aparecieron las primeras críticas a las técnicas y criterios a adoptar. El restaurador del Barroco procuraba que sus intervenciones no se notasen, pudiendo devolver a la obra su aspecto original.
Neoclásico
Esta época resulto un poco polémica. Sobre todo a raíz de que Winckelman, superintendente de todas las Antigüedades de Roma, visitara las ciudades de Pompeya y Herculano. En este visita criticó fuertemente las restauraciones realizadas. A partir de ahí aparece el primer tratado sobre restauración, que fue obra de Poleró. En él se discutía sobre la conveniencia o no de reintegrar las lagunas y si estas debían ser discernibles.
Romanticismo
Para cerrar este paseo por la historia de la restauración y conservación en el arte llegamos al Romanticismo. Aquí surgen figuras importantísimas como la de Violet le Duc y otras como la de John Ruskin. Este último, teórico inglés, defendía la mínima intervención: nada debía ser restaurado, sino que las actuaciones debían ser conservadas en su estado actual.
Más tarde aparecería, gracias a los conocimientos físicos y químicos sobre materiales y deterioro, nuevas técnicas de restauración y conservación. Sin embargo, seguía existiendo una gran diversidad de criterios al respecto. Por ello, Cesare Brandi elaboró unos principios básicos para analizar los bienes culturales desde cuatro puntos de vista: material, estético, histórico y funcional.
En conclusión
Todo lo que hemos mencionado hasta ahora nos lleva a la época actual. Ahora sí que existen criterios más comunes entre restauración y conservación de monumentos históricos y obras de arte. De hecho, se establecen algunos principios de todo esto:
- Ante todo siempre impera la conservación.
- No se debe emplear los mismos materiales que los de la obra, pues no serán los mismos ni química ni históricamente.
- Las integraciones deben ser reconocibles de forma fácil pero sin romper la unidad de lo que se va a reconstruir.
- Las intervenciones de restauración deben facilitar posibles intervenciones futuras.
Por otra parte, si tenemos en cuenta el caso de España, todo su patrimonio se ve protegido y defendido por la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Por lo que existe un marco legal relacionado a la protección y enriquecimiento de todos los bienes de este tipo.