La mayoría de ciudades y provincias de España cuentan con diferentes tipos de construcción que son propias de una zona concreta. De hecho, basta con observar la arquitectura de las ciudades del sur del país y compararlas con las de las provincias del norte para darse cuenta de las diferencias. Esto proporciona una riqueza arquitectónica única en el mundo, cargada de historia y en la que se pueden observar de forma clara los vestigios del pasado.
En ese sentido, si centramos la mirada en la ciudad de Granada, hay claramente una edificación que sobresale por encima de las demás: el Carmen. Un tipo de construcción propio de la ciudad para elq que es necesario retroceder varios siglos en el tiempo si se quiere encontrar su origen. Y eso precisamente es lo que vamos a hacer hoy, retroceder en la historia para contarte cómo era un Carmen granadino en la época Nazarí.
¿Qué es un Carmen de época Nazarí?
La palabra ‘Carmen’ es una mezcla hispano-árabe que proviene de ‘karm’, que significa ‘la viña’. Y, además de tener este significado, también se utilizaba para hacer referencia a un tipo de casa con jardín y grandes terrenos. De hecho, esos grandes terrenos tenían un gran protagonismo, ya que en ellos se hacían huertos, prados, albercas y se plantaban árboles frutales. Una zona, la ajardinada, que hoy en día podríamos denominar como vergel.
La particularidad de estas grandes viviendas tenía que ver con que, además de un gran terreno, solían contar con un conjunto de terrazas que ascendían o descendían adecuándose al terreno desnivelado de la ciudad. Y era bastante habitual encontrar estas terrazas cargadas de parras, arbolado y enredaderas para poder luchar contra el sol en los meses más calurosos del año. También solían contar con canalizaciones, acequias, fuentes y hasta albercas por las que discurría el agua para refrescarlo todo.
La segunda residencia para las clases altas
En lo relativo al uso de estos espacios, en esa época solía destinarse el uso de la finca como elemento de recreo, aunque también había algunas que eran usadas como explotaciones agrícolas o ganaderas. Lo más habitual era que se utilizara para encuentros familiares, celebraciones de fiestas, bodas e incluso veladas poéticas. Esto es así ya que la mayoría de sus propietarios contaban con estos cármenes como segunda residencia fuera de la ciudad.
Generalmente los cármenes estaban solo al alcance de las personas de clase alta, auqnue también había versiones más modestas que la clase media podía permitirse. Y, como decimos, estas fincas solían ubicarse en la Vega y en otras zonas más cercanas al centro de la ciudad como el Albaicín o el Realejo.
La expulsión de los Moriscos
En vísperas de la expulsión de los Moriscos, el paisaje de Granada cambió y todo poco a poco comenzó a urbanizarse más y a perder su carácter rural tan característico. Sin embargo, eso no implicó que las raíces nazaríes desaparecieran de la ciudad. Aunque lo cierto es que los jardines y edificaciones de este tipo dieron paso a unas construcciones más barrocas y neoclásicas. Esto, a partir del siglo XIX, comenzó a configurar una nueva realidad para el carmen granadino, que poco a poco pasaría a transformarse a lo que es en la actualidad.